EL TREN DE LA ROBLA
EL TREN DE LA ROBLA
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Ayer me quedé fría mientras esperaba el tren,
destartalado, que no llegaba.
Entró con sus pies de hierro, su traje cálido de madera,
ventanas con cristales empañados custodiados
por ojos humanos, un agudo silbido nos animó a asirnos al vagón.
Las traviesas soportaban estoicamente el chirrido férreo,
gracias al baño de aceite que suavizaba sus estrías.
El maquinista tras su cara pintada de carbón
encendía una altruista sonrisa por el viejo retrovisor,
viendo a dos jóvenes a caballo.
En su interior gallos, gallinas y hasta un papagayo suelto
¿Quién da más?
parecía que viajaban para ser subastados
¿Quién da más?
todos a la fiesta de la Virgen Grande de Torrelavega a festejarla.
El viento soplaba nuestros flequillos, mientras asomábamos
la cabeza por el hueco del verano.
El interventor sabía que el olfato no le traicionaría
y que a los pollos pronto pillaría
¡Ja, qué osadía por parte del “pica pica”!
si no hay billetes tampoco instigar a los galgos
para la cacería.
Viajamos de primera, los viajeros nos ofrecieron quesadas
y sobaos, nosotros agradecidos les ofrecimos un gag cómico
mudo y hablado.
El tren de la Robla aminoró su traqueteo y lo abandonamos
al vuelo.
El maquinista por el espejo nos dejó su mejor sonrisa, mientras,
los pequeños se apretujaban en la puerta despidiéndonos
con sus manos despiertas.
Así viajamos de Bilbao a Torrelavega en un caballo
mitad hierro mitad madera.
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* Soy una hojita * 21/08/08
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